domingo, marzo 31, 2013

A kind of Magic




En un blog de mi propiedad nunca faltará mi jugador de baloncesto de referencia: Earvin "Magic" Johnson. Y en un día en el que la palabra "resurrección" se utiliza tanto en la imaginería religiosa como en la chistocracia del twitter, me ha venido a la cabeza la del jugador de los Lakers, un día de febrero de 1992, en Orlando, la ciudad de Disneylandia (por supuesto). Allí, en el All-Star Game, meses después de su retirada forzada debido a la contracción del virus del SIDA, Magic volvía a vestirse de corto, no sin las reticencias más o menos veladas de aficionados, periodistas y jugadores con muy poca cultura y capacidad humana. Estos fueron los últimos minutos de aquel partido, en el que, después de que el portentoso mago de Lansing se hubiera cascado dos triples consecutivos y una de sus características asistencias mirando al tendido, Isiah Thomas, su amigo íntimo, le rindiera un homenaje de la manera que mejor sabía: retándole a un uno contra uno. Magic, entre risas y vaciladas, lo aceptó e impidió que anotara. Acto seguido, fue el mismísimo Michael Jordan, en un acto más de honorable respeto que de amistad, y entre los chillidos eufóricos del público, repetía el reto. Tampoco pudo anotar.

La jugada siguiente me puso un nudo en la garganta en su momento. Clyde Drexler subía la bola, y Jordan, medio en broma (Jordan NUNCA estaba de broma por completo), cerraba la línea de pase al jugador de Portland para que no se la diese a Magic, a la vez que Isiah le flotaba de cerca entre risas. Finalmente, con la posesión casi agotada, consiguió pasarle el balón a unos 9 metros de la canasta. Magic lucía su inacabable, sempiterna sonrisa. Isiah se colocó delante, piernas flexionadas, con actitud de "love you, man, pero esta no la vas a meter". Magic se puso serio. Avanzó poco a poco de espaldas al aro, botando desde sus 2'05 allí donde ninguna mano podía llegar. El reloj de posesión estaba a 5 segundos, el del partido a falta de 16 y más que decidido hacia el Oeste. Nada más pisar la línea de 3 puntos, Magic da un pasito hacia atrás para cuadrar los pies hacia la canasta y lanzar casi sin saltar por encima de Thomas. Triple limpio. Magic suelta el puño en su gesto típico de alegría, todos sus compañeros van a saludarle y abrazarle, el público se vuelve literalmente loco y el comentarista de televisión se queda mudo durante unos instantes. El partido ya no se reanudará. Magic Johnson recibe el MVP del partido gracias a sus 25 puntos, 9 asistencias y 5 rebotes, y da así arranque a su lucha por su vida, por el conocimiento de la enfermedad y por la desaparición de los prejuicios adyacentes ("I wanna be normal". Desolador). Earvin Johnson se había hundido casi por completo al conocer que era portador del virus VIH, pero este partido significó un punto y aparte en su actitud ante ante la desgracia. Por arte de magia.

jueves, marzo 28, 2013

Soy un lobby de presión


Ojocuidao conmigo.




Hace cerca de 7 años, en uno de mis primeros posts en "La linterna mágica", dedicado a la película "Criaturas celestiales", exigí de manera vehemente pero maleducada a las autoridades impertinentes que se editara en DVD el film en cuestión (ver última frase del artículo). Un aproximado año después, a colación de un memoensayo sobre las penurias del buen cinéfilo, aprovechaba para insistir, más discretamente (no es plan de provocar innecesariamente a las autoridades), en la susodicha edición; si no me creen, lean hasta la mitad de este post. Dejé esperar otro año, y vista la falta de resultados, volví a atacar con renovados bríos, esta vez de manera más directa, en este homenaje a una de las mejores escenas de la película; como se puede comprobar, aquí ya no ando con miramientos y opto por el ataque más vertical, apoyado sobre la sólida reputación y el merecido prestigio que me preceden.



No, jajajaja no.



Apenas unos añitos de nada después...










¡¡¡¡¡YESSSSSSSS!!!! ¡¡¡¡SÍ, SÍ, SÍ, NENAAAAA, TENGO MOJOOOOO!!!! Una edición sencillita, sin alardes (sin un puñetero extra, vamos), con sus idiomas y sus subtítulos, en glorioso 1080p, de la mejor película de Peter Jackson, que además es histórica por ser el debut de Kate "37 años y ya 3 bodas-voy a por ti, Liz Taylor" Winslet en el cine. Gotcha.


Visto lo visto, mi próxima petición va a ser una edición BD de la saga "Star Wars" en la que la trilogía original esté tal y como se estrenó, sin los añadidos digitales del abuelo Lucas. ¿Se me oye por allá en Disneylandia? ¿SE ME OYE?


Si es que cuando me enfado...

domingo, marzo 24, 2013

La cultura del grito


Tenemos una tendencia natural a alinearnos en bandos. Supongo que procede de nuestro carácter asociativo, de la necesidad del ser humano de constituirse en grupos de congéneres, sea para organizarse, para defenderse, para atacarse o para civilizarse. No sé si es tan natural la extrema polarización en la que nos estamos sumergiendo poco a poco en todos los planos, estratos y medios en los que hay más de una opción válida. Y tampoco sé (ya veis  en realidad no sé nada de nada: no sé qué hacéis leyendo este blog) (ahora que lo pienso, NO HAY NADIE leyendo este blog), porque mi capacidad de análisis de la polarización en otros países es limitada, debido a... bueno... que no vivo en esos países. Así que es probable que la premisa de este post esté corrompida por mi falta de prisma; pero como resulta que todo el blog está corrompido por mi falta de prisma, y además es probable que la falta de prisma sea la razón de ser de esta mi Logia, diré que me parece que en España la polarización extrema es una enfermedad que se extiende como una necrosis en "The walking dead". Es una necesidad asfixiante de enrocarse, de abanderarse sin atender a los argumentos contrarios, de despreciar el debate como la forma más válida y enriquecedora de aprendizaje. Eres de derechas o de izquierdas. Nacionalista de un lado o de otro. Del Barça o del Madrid. En lugar de hablar, discutimos. En lugar de debatir, arrojamos. En lugar de conciliar, escupimos. En lugar de discrepar, GRITAMOS.

Porque este es un país en el que nos gusta gritar y escuchar gritos. Si no convencemos a nuestro interlocutor, en lugar de argumentar, elevamos un punto más el tono de voz. Como si la razón se midiera en decibelios. Y nos encanta ver a nuestros congéneres chillarse, apabullarse, si es posible desentenderse a insultos. Nos encanta ver tertulias pseudopolíticas en las que el opinador minoritario es apabullado a berridos; nos fascina escuchar el lenguaje ininteligible que se desprende de las escaladas de decibelios de una mesa redonda deportiva como dios manda. Al exabrupto le llamamos "el que dice las verdades"; a la mala educación la coronamos "princesa del pueblo".

Y esta tendencia la recogen con alma de cazador las ficciones hispanas serializadas, que entre sus muchos lugares comunes - y un día de estos habrá post exclusivo de series españolas - abraza ese tipo de humor vociferante y malhablado. En las escasas incursiones que realizo por el teclado del mando a distancia, se hace casi imposible distinguir una comedia española de otra, (de)formadas todas en el mismo molde, y una de sus características más acusadas es el intercambio de voces, preferentemente superpuestas, entre dos personajes, tratando de conseguir el efecto humorístico al que no llega la vulgaridad del diálogo o del sketch.  ¿Se puede hacer buen uso del exabrupto en la comedia? POR SUPUESTO. Hay miles de ejemplos, pero el primero que se me ocurre es el maravilloso y demoledor Peter Capaldi en "The thick of it". BBC, bitches. Esa televisión pública que cada 20 años saca una comedia magistral que satiriza más allá del ridículo a la clase política (la otra, por supuesto, es "Yes, minister"... por no hablar de "Spitting Image"). Exactamente igual que en EspATCCHSSSSJJMM.

En fin. No insistiré en la pésima calidad de ese tipo de comedias, ni en la pereza alimenticia de los guionistas de este tipo de productos (entiendo que hay que comer, y la demanda es la demanda). Sé que generalizo, tanto en el aspecto social como en el cultural de lo que planteo, y que se pueden encontrar miles de ejemplos que escenifican situaciones opuestas a las presentadas. Sólo expreso la desazón, el hastío que me provoca vivir en una sociedad en la que se azuza, se alimenta y se jalea esta manera de relacionarse que, pienso yo-alma de cántaro, nos empobrece como raza.

domingo, marzo 17, 2013

One Hit Wonders: Around my dream






Oh, el italodisco, fuck it. El estilo musical que mis amigos decidieron que iba a ser el mío durante mi adolescencia. Den Harrow, David Lyme, Spagna, Baltimora, Miko Mission, etcétera. La electrónica al poder, el hard casio como forma de vida, letras para niños de EGB: la hombrera es bella y estamos orgullosos de ella. Escucho alguna de estas canciones y me viene a la cabeza un flash en el que estoy en clase con el walkman, encasquetándole los auriculares a los colegas porque he podido grabar el Max Mix 3 (primicia absoluta de los 40) de la radio Y NO HAY MÁS NOTICIA QUE ESA. Y sin embargo, el primer disco que me compré fue... el "Islands" de Mike Oldfield: rock sinfoplasta del bueno. Lo cual ya era prueba del espíritu de contradicción que a esas alturas ya me asolaba. O de que no tenía ningún tipo de criterio, ni musical ni del otro. Rayos, seguramente eran las dos cosas, y alguna tara más que ninguna pastilla conocida puede aligerar.

El italodisco es un género denostado con el paso del tiempo, y con plena justicia, pero se le ha de reconocer su aura precursora de los estilos discotequeros que le sucederían; hoy en día la inmensa mayoría de todos esos temas suenan como auténticos hijos de su tiempo, lo cual, si nos referimos a los años 80, nunca suele ser bueno. En cualquier caso, lo cierto es que los triunfadores parciales de esta corriente musical no pasaban de tener un par o tres de éxitos prácticamente mellizos y luego perderse en el limbo de las musicassettes rayadas por el paso del tiempo. Como ejemplo paradigmático, este Silvio Pozzoli, que sabe dios por qué cambió el nombre a Silver, y que arrasó (mejor dicho: ARRASÓ) con este "Around my dream" stupido ma veramente cantabili. El falsete de la parte final, en particular, es glorioso. El amico Silvio no volvió a oler semejante triunfo, pero ha ido sacando para tabaco durante su carrera, y si alguien saber más, pregunten aquí. Yo sólo puedo añadir dos cosas: una, que el tema aguanta mejor que la gran mayoría de sus primas italodiscas; y dos, que Pozzoli se parece inquietantemente a Kaká con pelo largo. Y ahora que lo pienso, su época dorada ha durado más o menos lo mismo.

jueves, marzo 14, 2013

La tercera edad de Gervais


Hace unos días finalizó la primera temporada de "Derek", el proyecto en solitario (sin su hasta ahora inseparable Stephen Merchant) de Ricky Gervais para el canal británico Channel 4, que últimamente lo está petando en mi disco duro, entre "Utopia", "Black Mirror" y la serie que nos ocupa. Nos mostraron un piloto hace casi un año, y la aprobación de la temporada completa nos ha traído este 2013 una comedia tan reconocible como insólita en la carrera del bufón de Reading. Lo reconocible se percibe en la primera capa: envuelto en un formato de mockumentary (de nuevo, tras "The office" y "Life's too short"), Ricky interpreta a un hombre de coeficiente mental bastante por debajo de la media ("pero no mentalmente retrasado", según el propio Ricky insiste una y otra vez) que trabaja en una residencia de ancianos. Bien, este personaje en manos de Gervais hizo temblar a buena parte de la Pérfida Albion antes de su estreno, conociendo su afición a pasarse por la punta del níspero la corrección política. Y también después, porque parte de la crítica no acabó de entender el tono de la serie. Y aquí viene lo insólito.

Porque Derek Noakes es el primer personaje positivo de la carrera televisiva de Gervais. Hasta ahora, todos eran, en mayor o menor grado, desechos humanos: el incalificable David Brent de "The office", el arrogante y contradictorio Andy Millman de "Extras"; hasta sus personajes más anecdóticos, como el médico de "Louie" o su versión de sí mismo en "Life's too short", en la que sólo parecen importarle los royalties que recibe por sus creaciones. Derek, en cambio, es un osito de peluche. Su preocupación única es el bienestar de los demás, es cariñoso, trabajador, atento, siempre dispuesto y siempre dicharachero. Le encantan los videos de Youtube de animalitos, pero no se puede tener todo. No es, sin embargo, el tono del personaje principal  lo que distingue este proyecto gervaisiano de los anteriores, sino el de la serie en general. Sí, es comedia; sí, a veces es muy burra; pero tiene un componente amargo que la acerca al abismo de la dramedia. El cómico inglés aprovecha el microcosmos de la residencia de ancianos para hablar de la desprotección de los desfavorecidos, del abandono de nuestros antecesores, de cómo los aparcamos cuando dejan de sernos "útiles". Y, ya que estamos, retrata al sector más humilde de la sociedad obrera, esa casta baja más allá de la cuarentena que a duras penas consigue sobrevivir a través de un sueldo de mierda, sólo un paso por encima de la marginalidad, sin sueños, sin objetivos más allá de la supervivencia diaria, tan alejados de la modernidad que a veces parece que podrían estar viviendo en cualquiera de las últimas tres décadas. Derek, Hannah (la responsable de la residencia, una excelsa Kerry Gdliman), Dougie (el chófer chapuzas, Karl Pilkington haciendo de sí mismo con mono azul y robando la serie cada vez que habla) y Kev (un borrachuzo que no tiene otro sitio a dónde ir que la residencia) son seres condenados al ostracismo que sólo se tienen a ellos mismos, y que forman un grupo de losers entrañables.




Así, las tonterías bienintencionadas de Derek, las lúcidas irreverencias de Dougie y las barbaridades políticamente incorrectas de Kev se fusionan con una carga social considerable, así como con el hecho inextricablemente dramático que supone que todos acabamos muriendo, y la mayoría mueren solos, y "Derek", la serie, rompiendo las costumbres de una comedia al uso, no mete esas miserias debajo de la alfombra en favor del espectáculo, hasta el punto de que la season finale de esta primera temporada aparca casi completamente la comedia para centrarse en lo emocional. Esta serie es una mirada al vacío de Gervais, un paseo sin red por un hilo que milagrosamente mantiene el equilibrio, aunque en alguna ocasión está a punto de romperlo: me refiero, por ejemplo, a ese momento cumbre dramático del final subrayado por el jodido "Fix you" de Coldplay, esa infumable canción MECHEROS-ARRIBA-BIG-LIFE-MOMENT que subraya innecesariamente la escena y que contrasta con el piano calmo y sutil de Ludovico Eunaldi que impregna gran parte de cada capítulo. Chris Martin es demasiado colega de Ricky Gervais y hay que hacer algo al respecto.

"Derek" es el proyecto más personal de Gervais, se nota a las mil leguas, también en el trazo demasiado grueso con el que dibuja alguna de las situaciones dramáticas (no me creo que TODOS los familiares que vayan a ver a sus padres sean tan hijoputas). En cualquier caso, es un salto adelante en su carrera, ofrece una voluntad de progreso creativo que más quisieran muchos de sus compañeros. Y ya ha conseguido una segunda temporada, a pesar de los reiterados palos de The Guardian, que es para el cómico británico lo que Boyero para Almodóvar: un grano en el culo que, en el fondo, no es más que maná para su descomunal ego.

sábado, marzo 09, 2013

Shakespeare en los ratos libres





Es la película de Joss Whedon que más me apetece ver desde "Serenity" (y estoy seguro de que cierta ex-colega chespiriana piensa lo mismo). Y sí, aún vivo en este planeta y sé quiénes son los Vengadores. Y precisamente gracias a la pandilla marvelita existe esta versión patillera de la comedia más pura del bardo de Avon, filmada y realizada en los descansos (apenas 12 días) del rodaje de "Los Vengadores" y envuelta en el más absoluto de los secretismos. Joie de vivre en blanco y negro, una pinta deliciosa y un reparto absolutamente whedonesque: Amy Acker ("Angel", "Dollhouse"), Alexis Denisof (ídem), Clark Gregg ("The Avengers"), Reed Diamond ("Dollhouse"), Fran Kranz ("Dollhouse", "The cabin in the woods"), Sean Maher ("Firefly"), Ashley Johnson ("Dollhouse", "The Avengers").



Y Nathan Fillion.



NATHAN FILLION HACIENDO SHAKESPEARE.



Por favor, que la estrenen ya.

lunes, marzo 04, 2013

Críticas "versión para móvil": Seven Psychopaths


Mi propósito principal de año nuevo-blog nuevo-dingdingdong era no extenderme de manera agotadora (tanto para el escritor como para el lector) en mis comentarios patilleroanalíticos sobre películas o series, de ahí el concepto "críticas para móvil" que se supone que funciona como represor de instintos verborreicos a Mi Majestad marcbranchesiana. Cual alcohólico reincidente, volví a estirar el chicle con "Los miserables", pero es que Tom Hooper necesitaba una hondonada de hostias y, casualmente, allí estaba yo con un par de bates de béisbol claveteados y mucho tiempo libre. Vuelvo a la talla M. Claro que este primer párrafo no ayuda mucho. Pero prometo que es el último trago de vodka.

No sé qué significa "Seven psychopaths" en la corta carrera cinematográfica (es un más que reputado dramaturgo teatral) de Martin McDonagh. Es un largometraje argumental y conceptualmente ambicioso, que disfruta de un reparto de lujo, pero con un presupuesto similar al de su opera prima, "Escondidos en Brujas", y una necesidad algo extemporánea de gritarle al mundo "YO NO SOY OTRA PELÍCULA DE GANGSTERS FUCKIN' COOL". Cuando, en realidad, durante buena parte del metraje es EXACTAMENTE lo que parece.

Se ha definido "Seven psychopaths" como un mash-up entre Tarantino y Charlie Kauffman. El hallazgo comparativo es tan atinado que se repite hasta la náusea en todas las críticas habidas y por haber. En su base rítmica tarantiniana, el film ofrece un delicioso humor negro desde la primera secuencia, que no desvelaré pero que alegrará los ojos a los seguidores de "Boardwalk Empire" (nota mental: escribir sobre por qué "Boardwalk Empire" es tan ninguneada); en su acompañamiento de guitarra kauffmaniano, la película camina sobre un atractivo aunque irregular discurso metalingüístico sobre la escritura de este tipo de cine. Por lo cual, al inicio del tercer tramo, "Seven pyschopaths" está cerca de caerse de morros, aunque finalmente consigue levantarse, ni que sea por puro divertimento y por estrangulación de los recursos narrativos habituales. Por supuesto ayuda, y cómo, el reparto, impecable en el peor de los casos (peor de los casos=Colin Farrell. Está claro que McDonagh es de los pocos que saben qué hacer con este chico), con mención de honor para Sam Rockwell, delicioso en su suave histrionismo. ¿Y las actrices? Sí, creo que hay un par.

En definitiva: "Seven psychopaths" no revoluciona el género ni explota en tus ojos, y me queda la duda si McDonagh pretendía alguna de las dos cosas. Pero pocas cosas mejores verás en la cartelera hoy en día. Y ya.

viernes, marzo 01, 2013

Skokiaans




"Skokiaan" es una expresión, diríamos, "slang" africana que se refiere a una potente bebida alcohólica  sudafricana. Un pelotazo, vamos. Creada por una banda de Rodhesia (la actual Zimbabwe), se popularizó a mediados de los 50 tanto en Yukei como en los Yuesei, a través de una versión del tema proveniente de Sudáfrica. Un grupo de blanquitos canadienses la reversionaron poco después, añadiéndole una letra que describía con jolgorío y, ejem, condescendencia, una África simpática y selvática. La versión es más bien meh. Pero claro, si esa misma letra la cantaba Louis Armstrong, dadle al play ahí arriba, los mofletes más famosos de la historia de la música (hasta la llegada de Adele), la cosa cambia. En la rasgada voz de Satchmo, suena más a una inofensiva celebración de la negritud: hay que joderse con los puntos de vista. En cualquier caso, es la versión (y hay cienes y cienes) que más ha calado en el imaginario musical hasta nuestros días. Me vino a la memoria este tema al ver el piloto de "Treme", en el que el respetado músico de jazz Kermit Ruffins, interpretaba su propia versión:





Y sin embargo, de todas las versiones, me quedo con la que triunfó en primera instancia en Sudáfrica, la de August Musarurwa con la Bulawayo Sweet Rythm Band, que dibuja la influencia africana en la música genital americana: el jazz. Infinite sweetness, nenes.