miércoles, enero 30, 2013

Holy toys, Batman!



Seguro que si alguno de vosotros tiene la sana costumbre de ir paseándose por la Sexta 3 en sus sesiones de zapping, habrá visto una parte de este clip en una de sus múltiples repeticiones. Cada mañana que la pongo emiten el minirreportaje sobre videos con juguetes, stop motion y sobreimpresiones realizados por fans. Ese mismo, señora: ese en el que sale Iron Man con cara de bebé, o un Chuck Norris formato madelman zurrándole al Capitán América, y que arranca con imágenes de un fan film en stop motion sobre la trilogía nolaniana de Batman. Seguro que os corroía la curiosidad por verlo entero. 

O no. Pero hoy estoy atrapado por una misteriosa fuerza de atracción más potente que la gravedad, y que me atrae al sofá de mi casa cual Charlie Sheen a un puticlub. Eso sí, que no se diga que no está currao. Ojoaldatojosemaría: mucha risa con los juguetitos, pero un primer cálculo aproximado (sin esfuerzos, que soy de letras) me da un precio, entre todos los muñecos que aparecen en el corto, de unos 2100 euros. 

Qué caro es ser friki, coño. 

domingo, enero 27, 2013

Yo también soy Karl Pilkington



El memo del vídeo de arriba que acompaña al gran Ricky Gervais, empeñado en que los chinos aprendan cómo se pide un té en Covent Garden, se llama Karl Pilkington, y es probablemente el mejor humorista de Gran Bretaña. A su pesar.

Karl y Ricky se conocieron cuando el primero producía el programa de radio del segundo, titulado, asombrosamente, "The Ricky Gervais Show". Gervais supo detectar que la humanidad no merecía perderse los absurdos puntos de vista y las bizarras anécdotas de Pilkington, y fue incluyéndole en sus tertulias radiofónicas con Stephen Merchant. Inmediatamente Karl, con sus historias sobre monos, sobre su impagable novia Suzanne o sobre máquinas lavaplatos en Marte, pasó a ser la estrella del programa, y contribuyó decisivamente a que los podcasts de "The Ricky Gervais Show" se convirtieran en los más descargados de la historia. El público se desternillaba con las estupideces del marciano de Manchester mientras debatía si realmente era así o era un actor interpretando un personaje: en otras palabras, que era demasiado bueno para ser real. Pero lo es. Según Gervais, Karl Pilkington es "uno de los más grandes talentos cómicos de su generación, o un mono parcialmente afeitado que sabe hablar". Probablemente las dos cosas. Joder, tiene una Pilkipedia y todo.

Los podcasts de "The Ricky Gervais Show" se adaptaron a la televisión en forma de dibujos animados emitidos por HBO y aumentaron la popularidad del "bufón con cabeza en forma de naranja", tal como le llama Ricky. Hasta que llegó la gran idea de hacer un programa de viajes para Sky1 en la que Pilkington visitaría las siete maravillas del mundo, y, ya puestos, algunos lugares más de camino. El título, adecuadísimo: "An idiot abroad". Juro que contemplar el choque de culturas entre el delirante pragmatismo de urbanita radical de Pilkington, con los rituales y costumbres de tribus situadas en los distintos culos del mundo, es una de las experiencias más descojonanting-MEGALOL que os podéis echar a la cara.

Pero entre tanto juasjuasjuas iba apareciendo, justo detrás de la vergüenza ajena, un pelín abochornado sentimiento de identificación con el idiota de Manchester. La aversión a la, llamémosle, falta de privacidad de los lavabos chinos; el asco ante los menús beduinos a base de testículos de cordero; el pavor ante la fiesta de fuegos artificiales descontrolados en un poblacho mexicano; el vértigo de vomitona ante la obligación de hacer puenting colgado de una roñosa cuerda en una aldea neozelandesa; la indignación ante una habitación de hotel en la India por la cual las cucarachas presentan reclamaciones; el hastío ante una excursión de 5 horas por la jungla ugandesa para ver UN PUTO GORILA; y en general, la incomprensión occidental ante las costumbres y culturas de otros lugares, observadas desde un punto de vista urbanamente pragmático. Me ponía en la piel de Karl, sentía todo esto y me apiadaba de él. Hasta tal punto que la vergüenza ajena y la carcajada de superioridad acabaron haciéndole un hueco (no muy grande, tampoco nos pasemos: no hay nada como reírse de las desgracias de los otros) a la admiración por el estoicismo con el que aguantó todas las perrerías que le iban planteando por el camino sus "amigos" Ricky y Stephen. Bravo, Karl, bravo: le has echado un par de cojones. Yo no hubiera sido capaz de hacerlo.



¿Estas pintas? Dos huevazos hay que tener. Así que reiros, reiros, que el que ríe el último ríe mejor. Y el último es Karl Pilkington, el idiota de Manchester. ¿Algo que añadir, Karl?



Amén.

miércoles, enero 23, 2013

El hombre que me echó del ciclismo


Cuando digo que Lance Armstrong me echó del ciclismo, no me refiero a una decepción personal por su reciente salida del armario epológico en una decepcionante, fría e hipercalculada entrevista con su amiga Oprah Winfrey. No ha dicho nada que no supiéramos o sospecháramos ya, no ha aportado ningún dato nuevo, no ha mostrado arrepentimiento, no ha ofrecido colaboración desinteresada, no ha puesto el ventilador a toda potencia para que la mierda acabe de escampar de una puñetera vez de este deporte tan apaleado. No creía en la limpieza de Armstrong, como no creo en la limpieza de los que ganaron antes y después que él. No, no ha sido el dopaje, ni los falsos ídolos, los que me distanciaron del deporte de la bicicleta. Fue la manera de ganar Tours de Lance Armstrong la que me convenció de lo aburrido que podía resultar el ciclismo. ¿Cómo no me había dado cuenta hasta entonces?


Empecé a seguir el ciclismo a golpe de Tour y de radio. Con las primeras hazañas de Ángel Arroyo y una jovencísima promesa llamada Perico Delgado en el Tour de 1983, un aún tierno infante marcbranches  regularizó la costumbre de escuchar el programa especial de Antena 3 sobre la carrera francesa, tarde tras tarde. Luego la costumbre se amplió a ver etapas de las sucesivas carreras por etapas posteriores, cada vez con más avidez de información, cada vez con más pasión, esa pasión deportiva infantil que se queda enquistada para el resto de tus días, a pesar de la erosión del cinismo de la edad. Los Tours de Fignon y Lemond, las Vueltas de Caritoux y Álvaro Pino (véase la diferencia de caché de los ganadores) seguidas al minuto, etapa por etapa, fuesen del tipo que fuesen: con esperanza las de montaña, con resquemor las llanas, con profundo desdén de novio abandonado las contrarrelojes. Como cualquier otro aficionado español.



Me hice de Perico, claro. Quién no. Aquella Vuelta del 85 arrancada del paladar de Robert Millar en un chanchullo colectivo sin parangón en el que todo el puto pelotón español decidió abandonar al pobre escocés a su suerte, mientras José Recio tiraba de Delgado y de toda España camino de las gloriosas destilerías Dyc. Su abandono del Tour del 86 sobre un río de lágrimas por la muerte de su madre. La pájara de camino a La Plagne que le hizo perder el Tour del 87 ante Stephen Roche y su mascarilla de oxígeno. Todo un background que culminó con aquella histórica victoria del Tour del 88 ante unos hiperactivos (guiño-guiño) holandeses llamados Rooks y Theunisse salpicada por toda aquella historia de la probenicida. Todavía era lo suficientemente ingenuo para enfadarme con Jose María García por poner a caldo a Perico y llamarle de tonto para arriba. ¿Delgado doparse? Amos-anda.

Pero sí: Perico era tonto. Tonto de baba. El Butano tenía razón, y Delgado se empeñó en demostrarlo reiterada y alevosamente, primero con el esperpéntico episodio del sobre a Ivanov en la Vuelta del 89 ("no, es que le estaba dando mi dirección". Con dos cojones, Perico), y luego llegando 2'40" tarde al prólogo de Luxemburgo en el Tour de ese mismo año. En esa época yo ya sintonizaba los informativos radiofónicos cada hora para estar informado al minuto (qué tarde llegaste, twitter), y a la hora a la que conectaba TVE con la etapa de turno, ahí estaba yo. Por eso sabía en el 91 que Indurain era bueno.



Pero no tanto. Su victoria en el Tour del 91 nos pilló a todos con el paso cambiado, y ya nada volvería a ser lo mismo. Las etapas de montaña que antes esperábamos con ánimo atacante y esperanza de, al menos, muerte en orilla, ahora las veíamos con el estoicismo inmovilista del que se limita a vigilar que nada cambie (vamos, como un tribunal constitucional), y descubrimos el valor estético y moral de la contrarreloj (incluso, de la contrarreloj por equipos, que en España era casi ilegal). Empezamos a entender incluso el concepto de carreras de un sólo día. Y así fue durante 5 años en los que el orgullo por el campeón de la casa opacaba el progresivo tedio que el rodillo navarro infundaba sobre los espectadores (espectadores=yo). Las Vueltas de Rominger y Jalabert, ganadas por aplastamiento, reforzaban una teoría que se cumplía con demasiada asiduidad: el que dominaba en la primera etapa de montaña dominaba el resto de la carrera por etapas que se terciase. Las sorpresas, los cambios de líder, los pajarones, las irregularidades, los ataques suicidas, las incertezas que daban interés, en definitiva, a cualquier momento del ciclismo, eran cada vez más infrecuentes; el ciclismo tecnológico empezaba a entrar por la puerta, mientras el genio y la improvisación salían por la ventana. Pantani era el (pirata) tuerto en el país de los ciegos.

El tecnociclismo llegó a su punto culminante con la llegada a la tiranía de Lance Armstrong. Aquello que Indurain y Echávarri empezaron a cultivar a principios de los 90 lo perfeccionaron Armstrong y Bruyneel a finales: la dictadura de la estrategia, el equipo como estructura militar, la intimidación del primo de Zumosol. Mientras la policía francesa y Festina levantaban la primera alfombra de la podredumbre acumulada durante los 90, Armstrong acumulaba triunfos en la única carrera que disputaba en todo el año, a golpe de molinillo y bullying en el pelotón. El sucesor de Indurain era, ojo-alegríadelahuerta, Abraham Olano, un tipo que no levantó el culo del sillín ni en una sola subida durante toda su carrera. Otro tecnociclista. Otro empujón hacia el abismo.

Así que de repente vi la luz: el ciclismo es un aburrimiento. Esas etapas llanas cuyo desenlace al sprint es tan previsible como que Tom Cruise va a apalear al malo; esas etapas de montaña en las que nadie mueve un dedo hasta los últimos kilómetros; esas contrarrelojes en las que te basta con ver el primer tramo y saber matemáticas de 3º de EGB para saber cómo va a acabar. Sí, el ciclismo de goma y jeringuilla atomizó la credibilidad de ese deporte y a su leyenda asociada a valores de sacrificio y agonismo; pero fue el tecnociclismo el que lo mató como espectáculo. Sé que generalizo y que cualquier amante del ciclismo me dirá que si aquel Giro, que si ese Tour, que si cualquier Milan-San Remo han sido un espectáculo tan digno de verse, o quizá más, que cualquiera de aquella infancia mía. Pero a mí Lance Armstrong (insisto, me refiero exclusivamente a la manera de ejercer su deporte) me divorció del ciclismo. No lo echo de menos.

viernes, enero 18, 2013

A la zorra le hacen un Firefly


"Don't trust the b---- in apartment 23" es el imposible título de la mejor sitcom actual que (casi) nadie está viendo. Nahnatchka Khan ha creado una comedia de aspecto blanco y amable, fotografía luminosa y melodía cantarina, pero que lleva en sus entrañas una considerable dosis de mala baba. Da una vuelta de tuerca a la eterna situación "compañeros de piso de caracteres opuestos" y consigue que empaticemos tanto con la adorable, conservadora,  rubísima, pepona sureña, amante-de-todo-lo-rosa y en el fondo cateta pueblerina June; como con la asaltacamas, desprejuiciada, manipuladora, mentirosa, amoral, hijadelagrandísimaputa en definitiva, Chloe. Interpretada esta última por una Krysten Ritter despiporradísima, en las antípodas del papel con que la conocí, la novia/casera de Jesse en "Breaking bad". Sin embargo, el verdadero plato fuerte de esta comedia es, quién iba a decírnoslo, James Van Der Beek, aquel sosainas protagonista de esa serie juvenil que todo el mundo ha visto menos moi, "Dawson crece", y que marcó a una generación de teenagers ytalyeso. Van Der Beek se interpreta a sí mismo en modo "Gervais ON", uséase, parodiándose hasta la autohumillación, con un sentido del humor (ya demostrado en alguna otra ocasión) envidiable y pateando el culo del Matt Leblanc de "Episodes". Sus rencillas con sus archienemigos Mark-Paul Gosselaar y, en particular,  Dean Cain en una supuesta edición de "Dancing with the stars" son de traca. 

Sin embargo, la cadena ABC ha hecho auténticos estragos con esta joya de culto. Emitió los primeros 7 episodios y la cerró como si fuera una temporada, dejando los 8 restantes para acumular con la temporada 2. Ya de por sí esto tiene el inconveniente de una segunda temporada larguísima, hasta el punto de que están emitiendo dos episodios por semana desde enero. Lo peor es que no se están molestando en seguir el orden de producción previsto, tal como sucedió con otra serie de culto con la Fox (y si tengo que decir cuál es no merecéis estar leyendo este blog). Siendo cierto que, normalmente, en una sitcom no suele haber fuertes lazos de continuidad entre capítulos (y menos una tan absurda como esta), hay cosas que chocan con la inteligencia del espectador. Como por ejemplo, que June haya encontrado el trabajo de sus sueños en Wall Street, y que en el capítulo siguiente siga sirviendo cappuccinos en el Starbucks de turno. Está claro que no confían en la serie y que la guillotina de las malas audiencias va a caer sobre ella. Eso no justifica la falta de respeto a los que han participado en la serie y en sus consumidores, por pocos que sean, que merecen que el producto sea visto tal como se concibió. 

 APDEIT: hace unos días fue anunciada ya oficialmente su cancelación. Llamadme Nostrabranches. 

martes, enero 15, 2013

A César lo que es de César



Aunque no lo parezca por lo mal que las junto, soy esencialmente de letras. Así que voy a compartir con mis lectores (conmigo mismo, ergo) (ergoderse) (chiste cinéfilo  metatextual) (os recuerdo que este blog es gratuito) una reflexión de carácter matemático-literario que me atormenta y subyuga a partes iguales desde hace, mínimo mínimo, varios minutos.

Repasando la carrera literaria del insigne intelectual de centro derecha César Vidal en la wiki (necesitaba reponer la biblioteca del lavabo, la sección Laxantes en concreto), me he encontrado con que nuestro héroe ha alcanzado un nivel de productividad que haría parecer a Flash un jubilado mexicano. Ojo al dato, que diría el butano:

- en 25 años de gloriosa carrera, Vidal ha escrito un total de 156 libros. 156. Un uno, un cinco y un seis. Más de 6 por año. Pero este dato no es el más asombroso.

- en la etapa  más frenética de su creatividad, la comprendida entre 1997 y 2007, la cifra total de obras publicadas por este GRANDE DE ESPAÑA es de 111. Una hermosa y simétrica cifra que nos lleva a la indudable conclusión, según Pitágoras, de más de 10 libros escritos por año.

- y he pasado por alto, puesto que me abruman ya las cifras, las 15 traducciones con las que ha honrado al mundo editorial, sus cientos de artículos en medios centristas como La Razón o Libertad Digital (me estoy mojando) y su programa diario radiofónico, antes La Linterna en la COPE y ahora Es la Noche de César en EsRadio.

Oh, sí, la conclusión fácil, derivada de la típica superioridad moral de izquierdas, sería que pudiera ser, se vislumbra cierta posibilidad, se alcanza una mínima sospecha, de que a lo mejor NO ES ÉL QUIEN ESCRIBE TODOS SUS LIBROS. 

escribo un librito más y a desayunar

Bien, tengo que decir que, en primer lugar no hay pruebas, y en todo caso serían circunstanciales, En segundo lugar, y si tiene uno o dos "negros", ¿qué? ¿es acaso justo que el hecho físico de que el tiempo esté limitado a 24 horas al día  nos exima de la posibilidad de tener al alcance todo el conocimiento y sabiduría de este magno caballero? ¿Y no son, al fin y al cabo, los libros de César Vidal, una empresa que da de comer a unos cuan... a decen... a cient... a varias personas en un mercado laboral tan necesitado de puestos de trabajo?

Por supuesto que sí. Desde la Logia, animamos a César Vidal y a su fábrica de churros a su maquinaria editorial que continúe en esa línea de estajanovismo que jamás será suficientemente pagado por el único beneficiario de tanto talento, onisciencia y puestos de trabajo: EJPAÑA.

sábado, enero 12, 2013

Críticas "versión para móvil": Moonrise Kingdom


Voy a tratar de no extenderme en las críticas cinematográficas que salgan por aquí, ni ejercer el innoble arte del jordicostismo, puesto que este blog no va de eso (en cuanto sepa de qué va, yo les aviso, descuiden). Empiezo con la película más recientemente visionada por mis gafas: "Moonrise Kingdom". La niña bonita del gafapastismo oficial, Wes Anderson, ha dado a luz la que, dicen, es su película más accesible desde "Academia Rushmore".

Yo es que no puedo con Wes Anderson.

No, en serio, no puedo.

Eso no quiere decir que odie su cine, que me provoque repulsión o que me invadan impulsos de arrancarle los molares uno a uno con un abrelatas oxidado. El problema es mi absoluta incapacidad para integrarme, cual gota de lluvia a chubasquero, a ese universo particular andersoniano de personajes estólidos, costumbrismos esperpénticos y paletas de colores almodovarianos. No consigo que encajen con mi leve pero persistente miopía, y me sacan a patadas de sus filmes, a los que vuelvo a golpe de obligación cinéfila. Aún así, "Moonrise Kingdom" acabó dejándome un buen sabor de boca. Por la historia de amor absurdamente naif de los críos, por ese Edward Norton divertidísimo y alejado de su propio ego en favor de la causa común, por ese tito Bruce capaz de sacar a pasear la amarga serenidad de sus 57 tacos y demostrar de nuevo que es un pedazo de actor, porque dura lo que tiene que durar una comedia (hora y media de ritmo impecable, clack, clack, clack), y porque Anderson planifica y rueda COMO DIOS. La película está infestada de planos simétricos y de perspectiva frontal kubrickiana, es enfermizo. Ejemplo:


Ejemplo:


Ejemplo:


Ejemplo:



Y así hasta la náusea.



Y sí, Bill Murray está NARCOLÉPSICO PERDIDO en esta película.



Conclusión: si no tienes claro si te gusta Anderson o no, esta es tu última oportunidad. Yo dudo que vuelva a picar, aún no disgustándome esta "Moonrise Kingdom", lo cual evidencia que Wes Anderson y yo no estamos hechos el uno para el otro.

martes, enero 08, 2013

Hall of Pufos: Mike Saulsberry o el sacrificio de peón de reina


Ay, Aito. Poca gente hoy en día, en la semiclandestina ACB de 2013, es consciente de lo que significó Alejandro García Reneses en su buena época. Era el alfa y el omega del basket español. O era tu ídolo o te repelía. En el baloncesto de base se repetía invariablemente una escena: una camarilla de entrenadores barbilampiños, mirando disimuladamente a otro de ellos ajeno a la conspiración, y una frase recurrente: "este se cree Aito". Pero todos (TODOS) querían ser Aito. El técnico más influyente del baloncesto español desde Díaz-Miguel, el más venerado y denostado, todas sus decisiones arrastraban polémica y run-run mediático.

No hubo más run-run mediático en la liga ACB que en la temporada 88-89, con la llegada de Petrovic al Madrid. Drazen, la individualidad, el talento superlativo y unívoco, frente a Aito, al colectivo sometido, la actuación coral, el estajanovismo al servicio de la causa, la visión ajedrecística a medio plazo. A ello se le sumaba el morbo de la leyenda, nunca aclarada, por la cual Aito no quiso fichar a Petrovic. El Madrid le ganaba un partido detrás de otro al Barça, y don Alejandro decidió gambito de dama, peón a D4, con aquello de "Petrovic tiene bula con los pasos" después de perder su cuarto partido contra los blancos. Posteriormente se lesionó Norris, y el técnico decidió contratar a un tipo que había ya realizado algún entrenamiento en verano con el Barcelona: Mike Saulsberry.

Saulsberry jugó solo 10 partidos con los culés, 7 puntitos indetectables de media. De esos 10 partidos, solo necesitó 3 minutos para pasar al Hall of Fame de Pufos de la historia blaugrana (que iremos desgranando por aquí). Fueron los 3 minutos en los que nuestro Karpov favorito tuvo la genial idea de ponerle a defender  a Drazen Petrovic (aquí y aquí leeréis mejor la crónica).


Ese Trumbo, fino estilista


Petrovic disfrazado de palestino. Aito, mientras, mourinheando

En esos 3 minutos, el genio de Sibenik le hizo tal destrozo al pobre Mike (recordemos, ala-pívot de 2'03. Carnicería, uséase), que quedó marcado para siempre en el imaginario blaugrana. Drazen saltaba por el Palau mientras gritaba "¿dónde se compra la bula?" y restregaba a quien quisiera oírle el parcial de 5-0 que llevaba sobre el Barça.

Luego llegaría Neyro con su bigote incorruptible y la katana, mientras Aito sonreiría en el banquillo, acariciando un gatito y disfrutando el jaque mate del gambito de dama que había iniciado unos meses antes. Mientras, Saulsberry (tras el alta de Norris) había vuelto al anonimato que por derecho le pertenecía. Pero nunca en nuestros corazones, donde siempre hay sitio para un perdedor más. Por cierto, Saulsberry, con 47 palos, todavía juega en una liga mexicana. Respect.

domingo, enero 06, 2013

Este blog no es, repito, NO ES, sobre Twin Peaks


Lo que no sé es de qué va exactamente. Excepto, probablemente, de exorcismos. Los que me hayan conocido de La Linterna Mágica ya sabrán de mí, y quizás esperarán cine & series a golpe de post kilométrico, pero no va a ser así. El homenaje a la legendaria serie de David Lynch se queda en la cuestión estética. Y sin embargo, pura contradicción marcbranchesiana, lo arranco con Audrey, mi querida Audrey, esa Sherilyn Fenn que me enamoró en mis early tuentis. Quién fuese cereza, dita sea. No concibo amor sin fidelidad, chapao a la antigua que es uno, así que allí donde aparecía Sherilyn, qué hermoso nombre, allí que estaba yo. 

Me cagüenlafidelidad.

Sí, porque dicha fidelidad me obligó a tragarme heces de variada pero similarmente intensa pestilencia tales como "Meridian, el beso de la bestia", "Two moon junction" (esos pornetes softs de Zalman King...), "Distracción fatal", "Three of hearts" o la maravillosamente alucinógena "Boxing Helena". Aunque también me hizo descubrir algunas buenas películas que sólo vi yo, como "Diario de un asesino a sueldo", "La conspiración de Dallas" o aquella "De ratones y hombres" en la que John Malkovich interpretaba a un retrasado en modo Iwantaoscar ON. El caso es que no es mala actriz. Los que aguantaran despiertos de madrugada en Cataluña hace una década tenían la oportunidad de ver en Canal 33, si no me equivoco, la telecomedia "Rude awakening" que protagonizaba mi Sherilyn, una sitcom PG-18 sobre una alcohólica intentando redimirse (y fracasando... en parte, gracias a la hijaputa de su madre) que duró 3 temporadas en una Showtime que no tenía nada que ver con la de ahora. Hoy en día sería una serie de culto, pero en aquella época los antihéroes no estaban tan de moda, y la Fenn siguió enquistada en el anonimato. 

No para mí, claro. La puta fidelidad. 


sábado, enero 05, 2013