domingo, marzo 24, 2013

La cultura del grito


Tenemos una tendencia natural a alinearnos en bandos. Supongo que procede de nuestro carácter asociativo, de la necesidad del ser humano de constituirse en grupos de congéneres, sea para organizarse, para defenderse, para atacarse o para civilizarse. No sé si es tan natural la extrema polarización en la que nos estamos sumergiendo poco a poco en todos los planos, estratos y medios en los que hay más de una opción válida. Y tampoco sé (ya veis  en realidad no sé nada de nada: no sé qué hacéis leyendo este blog) (ahora que lo pienso, NO HAY NADIE leyendo este blog), porque mi capacidad de análisis de la polarización en otros países es limitada, debido a... bueno... que no vivo en esos países. Así que es probable que la premisa de este post esté corrompida por mi falta de prisma; pero como resulta que todo el blog está corrompido por mi falta de prisma, y además es probable que la falta de prisma sea la razón de ser de esta mi Logia, diré que me parece que en España la polarización extrema es una enfermedad que se extiende como una necrosis en "The walking dead". Es una necesidad asfixiante de enrocarse, de abanderarse sin atender a los argumentos contrarios, de despreciar el debate como la forma más válida y enriquecedora de aprendizaje. Eres de derechas o de izquierdas. Nacionalista de un lado o de otro. Del Barça o del Madrid. En lugar de hablar, discutimos. En lugar de debatir, arrojamos. En lugar de conciliar, escupimos. En lugar de discrepar, GRITAMOS.

Porque este es un país en el que nos gusta gritar y escuchar gritos. Si no convencemos a nuestro interlocutor, en lugar de argumentar, elevamos un punto más el tono de voz. Como si la razón se midiera en decibelios. Y nos encanta ver a nuestros congéneres chillarse, apabullarse, si es posible desentenderse a insultos. Nos encanta ver tertulias pseudopolíticas en las que el opinador minoritario es apabullado a berridos; nos fascina escuchar el lenguaje ininteligible que se desprende de las escaladas de decibelios de una mesa redonda deportiva como dios manda. Al exabrupto le llamamos "el que dice las verdades"; a la mala educación la coronamos "princesa del pueblo".

Y esta tendencia la recogen con alma de cazador las ficciones hispanas serializadas, que entre sus muchos lugares comunes - y un día de estos habrá post exclusivo de series españolas - abraza ese tipo de humor vociferante y malhablado. En las escasas incursiones que realizo por el teclado del mando a distancia, se hace casi imposible distinguir una comedia española de otra, (de)formadas todas en el mismo molde, y una de sus características más acusadas es el intercambio de voces, preferentemente superpuestas, entre dos personajes, tratando de conseguir el efecto humorístico al que no llega la vulgaridad del diálogo o del sketch.  ¿Se puede hacer buen uso del exabrupto en la comedia? POR SUPUESTO. Hay miles de ejemplos, pero el primero que se me ocurre es el maravilloso y demoledor Peter Capaldi en "The thick of it". BBC, bitches. Esa televisión pública que cada 20 años saca una comedia magistral que satiriza más allá del ridículo a la clase política (la otra, por supuesto, es "Yes, minister"... por no hablar de "Spitting Image"). Exactamente igual que en EspATCCHSSSSJJMM.

En fin. No insistiré en la pésima calidad de ese tipo de comedias, ni en la pereza alimenticia de los guionistas de este tipo de productos (entiendo que hay que comer, y la demanda es la demanda). Sé que generalizo, tanto en el aspecto social como en el cultural de lo que planteo, y que se pueden encontrar miles de ejemplos que escenifican situaciones opuestas a las presentadas. Sólo expreso la desazón, el hastío que me provoca vivir en una sociedad en la que se azuza, se alimenta y se jalea esta manera de relacionarse que, pienso yo-alma de cántaro, nos empobrece como raza.

4 comentarios:

alicia dijo...

Pues aquí está una de los nadies que no te leen, bitch. He de decir que tienes toda la razón del mundo, no sé porqué aquí se tiende a creer que quien grita más es el que tiene la razón, cuando lo único que demuestra es que no tiene ningún argumento válido y por eso recurre a los gritos e insultos. Es una pena

marcbranches dijo...

Hola, nadie. El artículo es más bien disperso (no se puede esperar otra cosa de Mi Majestad), pero trata de expresar el hastío que me provoca observar continuamente esta forma de comunicarse; hastío que me obliga a aislarme un poquito más en mi cabaña virtual... Saludete, bitch.

Mara Miniver dijo...

Y sigo. Estoy bastante de acuerdo contigo, siempre he pensado que es porque la gente cuando habla no suele tener ni una mínima disposición a cambiar de opinión, con lo que la discusión se convierte en el vanidoso ejercicio de escucharse a sí mismo. Eso y la mayor tolerancia al ruido que traemos de serie hacen la mezcla explosiva.

Las series ibéricas es que tienen muy poco que aportar si las comparas con otras, su única particularidad puede que sea esa, el humor castizo.

Ya ahora sí que me despido ;)

Un abrazo

marcbranches dijo...

Mara Miniver ON FIRE! Gracias por tu fidelidad. Un día de estos hablaré detenidamente de las series españolas, y de sus lugares comunes, y la cobardía que se refleja de todas ellas. Un saludete.